EL CONDE (2023)
Dirección: Pablo Larraín
La última película del director y guionista chileno Pablo Larraín, “El Conde” fue presentada en el reciente Festival de Venecia y recibió el galardón al Mejor Guion, compartido con Guillermo Calderón, demostrando la creatividad y originalidad del texto en español, centrado en la figura del dictador chileno Augusto Pinochet. No es la primera vez que sus películas se encuadran en esa oscura época de la historia de su país. Ya en sus primeras realizaciones como “Tony Manero” (2008), “Post Mortem” (2010) y “No” de 2012, protagonizada por Gael García Bernal, con quien vuelve a trabajar en “Neruda” de 2016, retratan estos sombríos años. Ciertamente una carrera cinematográfica sólida, que logró diversos reconocimientos en los festivales más importantes. Ya en inglés, y quizás más taquilleras, recordamos “Jackie” y “Spencer” dándole voz a mujeres sumergidas en los conflictos de sus circunstancias, tanto públicos como privados y protagonizadas por seductoras actrices.
En “El Conde” Larraín aborda la figura de Pinochet (Jaime Vadell) en una mordaz y sangrienta sátira, presentándose como un vampiro que surge durante la Revolución Francesa, siempre del lado de los opresores, combatiendo revoluciones, y que a través de los siglos decide reaparecer como comandante en “un rincón insignificante de América del Sur”, con su incondicional lacayo y nostálgico fascista, Fyodor (Alfredo Castro). La narrativa en clave de ironía y sarcasmo, con algunas notas de humor macabro, continúa durante todo el film.
Esta diabólica fantasía incluye a la esposa del dictador, Lucía (Gloria Münchmeyer) cubierta de pieles, con rampantes convicciones de la más vil hipocresía católica y a sus cinco hijos, inútiles y codiciosos, en la búsqueda de la abultada herencia, hija del latrocinio y la corrupción de los años de mandato de este padre que vaga por la casona que habitan, cansado de vivir eternamente, bebiendo sangre fresca de corazones capturados en sus vuelos con capa y triturados en una licuadora.
La aparición de Carmencita (Paula Luchsinger, en una magnífica actuación), como una joven monja con una misión secreta y que a la vez va descubriendo la multiplicidad de bienes, títulos de propiedad y cuentas en el exterior que el dictador ha acumulado en sus años de fulgor patriótico, combatiendo al comunismo.
La dirección de fotografía de Edward Lachman en blanco y negro con matices grises es tan artística y sofisticada que le brinda al film una pátina de belleza que contrasta con las crueldades que vemos y escuchamos. Es casi una contradicción.
Larraín no perdona, y ha encontrado, desde el absurdo, la manera de aproximarse a este nefasto personaje, responsable máximo de la más horrenda dictadura que ha vivido su país, dejándonos la sensación de que el mal sobrevive, escapando de la justicia, en este mundo convulsionado.
Género: Sátira. Duración: 111 minutos. Disponible en Netflix.
Hebe Girardo
4/10/2023
Comentários